Carolina Giudici es una excelente crítica de cine. Hice además 2 cursos de cine con ella que agradezco mucho porque fueron muy enriquecedores.
Suelo entrar en su blog para leer, entro otras cosas, las críticas de las películas que están en cartel.
Un jueves de enero de vacaciones en Buenos Aires, 3 de la tarde, calor, pesadez, entré al blog a ver qué estaban dando y que podía ir a ver.
Leí la crítica de "El baño del Papa" y no lo dudé.
Partí volando en subte al Tita Merello a ver esta peli uruguaya. Creo que en la sala éramos 4 personas. El Tita Merello tiene salas grandes, como las de antes. Pensé que a lo mejor se suspendía la función porque éramos muy poquitos. No sé...me imaginé que podía pasar eso.
Salí del cine feliz. Feliz de haber visto lo que vi. Es una película chiquita y gigante.
Y tuve ganas de recomendarla a todos. ¡Hay que ver esta película!
La historia (basada en hechos reales), los personajes, los actores (muchos no son actores profesionales), la fotografía, todoooooooo es excelente.
La crítica, vale la pena leerla.
Ahí va:
El baño del Papa, de Enrique Fernández y César Charlone
Eso es todo lo que se puede comprar con lo que Beto (César Troncoso) gana por un largo día de trabajo. Solo alcanza para tres sánguches mezquinos. Y eso que el hombre pedaleó. Le dio duro y parejo a la bicicleta, hasta Brasil, para traer las bagatelas que le encargó el almacenero del barrio, y el almidón que le pidió su esposa, Carmen (Virginia Méndez), y las pilas para la radio de su hija, Silvia (Virginia Ruiz).
De eso vive Beto: cada mañana parte desde Melo hasta Aceguá para hacer unos pesitos. Beto y sus amigos bagayeros se desvían largos trechos para evitar los puestos de control en la frontera. Claro que a veces las piernas no dan más y entonces no queda otra que arriesgarse a pasar de contrabando por el control oficial, rezando por que los milicos no se dan cuenta. Pero Beto no es precisamente un hombre afortunado.
Es que a Beto alguna vez lo olvidaron. Como se olvidaron de ese pueblo entero.
Por eso parece mentira que al mismísimo Juan Pablo II se le ocurra un día recalar en Melo. La televisión y la radio celebran la noticia con pompa y circunstancia, y anticipan que muchísima gente llegará al lugar para ver al Papa, sobre todo los brasileños. Y serán miles y miles. A los vecinos de Melo se les prende la lamparita: hay que aprovechar el insólito acontecimiento y salir a vender lo que sea. Gaseosas, chorizos, pastelitos, tortas, medallitas. Es ahora o nunca.
Carmen es creyente y se siente rara. No le gusta que la gente especule con la fe. “Yo creo que Dios castiga esas cosas”, le dice a su vecina. “¿Castigo? Castigo son los políticos que tenemos”, responde la amiga, resignada, pronunciando el aroma a profundo desamparo que inunda esos paisajes del noroeste uruguayo.
Y es así, nomás.
Ya nadie cree.
¿Para qué?
Pero resulta que Beto tiene una idea original: construir un baño para los miles de fanáticos que visitarán al Papa. Un servicio higiénico baratito y al paso. El plan no está nada mal.
Hay una hermosa ingenuidad en Beto y en su mujer: no saben lo que es la ambición. Él apenas sueña con comprar una moto, para hacer más viajes, más rápido, y así ganar unos pesos más. Pero no sale del círculo de la inmediatez precaria. La hija adolescente es la única que logra distanciarse del entorno y anhelar otra cosa. Pero Silvia está muy sola, sin otra opción que aprender el noble arte de tragarse la humillación cotidiana sin chistar. Como ese día que regresa de entregar una ropa que a su mamá le habían encargado planchar. La clienta no puede pagar el trabajo “porque cambió el auto y no tiene dinero”, le explica Silvia a su mamá. Cuestión de clase, que le dicen. Lucha que sigue, siempre sigue, aunque se intente fingir que ya no existe.
Algunos dicen que películas como El baño del Papa lo único que buscan es “estetizar la pobreza”: hacerla más vistosa y menos dolorosa. No consigo entender esos argumentos. No cuando recuerdo el rostro de Beto mientras intenta remendar un colador de cocina. Que ya está demasiado oxidado. Los agujeritos se desgastaron y cedieron. En esa imagen no veo más que tristeza. Desesperación.
El film de Enrique Fernández y César Charlone construye su grandeza a partir de esas finísimas pinceladas de realidad, esas miradas tristes y dignas, esas perfectas líneas de diálogo que resumen todo un espacio, un tiempo, un sentir.
Si hay humor es porque aún hay ilusión. Y porque esta fábula se empecina en asegurar que incluso cuando la última esperanza también acabe por esfumarse, al menos quedará el afecto. El afecto y nada más.
No hubo milagro en Melo. Porque cada alma salió corriendo a hacer la suya, por su cuenta, sin pensar, ni organizarse, ni diagramar con conciencia una estrategia que realmente les sirviera todos.
Y así la cosa no camina.
Nadie se salva solo.
Suelo entrar en su blog para leer, entro otras cosas, las críticas de las películas que están en cartel.
Un jueves de enero de vacaciones en Buenos Aires, 3 de la tarde, calor, pesadez, entré al blog a ver qué estaban dando y que podía ir a ver.
Leí la crítica de "El baño del Papa" y no lo dudé.
Partí volando en subte al Tita Merello a ver esta peli uruguaya. Creo que en la sala éramos 4 personas. El Tita Merello tiene salas grandes, como las de antes. Pensé que a lo mejor se suspendía la función porque éramos muy poquitos. No sé...me imaginé que podía pasar eso.
Salí del cine feliz. Feliz de haber visto lo que vi. Es una película chiquita y gigante.
Y tuve ganas de recomendarla a todos. ¡Hay que ver esta película!
La historia (basada en hechos reales), los personajes, los actores (muchos no son actores profesionales), la fotografía, todoooooooo es excelente.
La crítica, vale la pena leerla.
Ahí va:
El baño del Papa, de Enrique Fernández y César Charlone
Tres galletas, 200 de mortadela y un litro de leche.
Eso es todo lo que se puede comprar con lo que Beto (César Troncoso) gana por un largo día de trabajo. Solo alcanza para tres sánguches mezquinos. Y eso que el hombre pedaleó. Le dio duro y parejo a la bicicleta, hasta Brasil, para traer las bagatelas que le encargó el almacenero del barrio, y el almidón que le pidió su esposa, Carmen (Virginia Méndez), y las pilas para la radio de su hija, Silvia (Virginia Ruiz).
De eso vive Beto: cada mañana parte desde Melo hasta Aceguá para hacer unos pesitos. Beto y sus amigos bagayeros se desvían largos trechos para evitar los puestos de control en la frontera. Claro que a veces las piernas no dan más y entonces no queda otra que arriesgarse a pasar de contrabando por el control oficial, rezando por que los milicos no se dan cuenta. Pero Beto no es precisamente un hombre afortunado.
Es que a Beto alguna vez lo olvidaron. Como se olvidaron de ese pueblo entero.
Por eso parece mentira que al mismísimo Juan Pablo II se le ocurra un día recalar en Melo. La televisión y la radio celebran la noticia con pompa y circunstancia, y anticipan que muchísima gente llegará al lugar para ver al Papa, sobre todo los brasileños. Y serán miles y miles. A los vecinos de Melo se les prende la lamparita: hay que aprovechar el insólito acontecimiento y salir a vender lo que sea. Gaseosas, chorizos, pastelitos, tortas, medallitas. Es ahora o nunca.
Carmen es creyente y se siente rara. No le gusta que la gente especule con la fe. “Yo creo que Dios castiga esas cosas”, le dice a su vecina. “¿Castigo? Castigo son los políticos que tenemos”, responde la amiga, resignada, pronunciando el aroma a profundo desamparo que inunda esos paisajes del noroeste uruguayo.
Y es así, nomás.
Ya nadie cree.
¿Para qué?
Pero resulta que Beto tiene una idea original: construir un baño para los miles de fanáticos que visitarán al Papa. Un servicio higiénico baratito y al paso. El plan no está nada mal.
Hay una hermosa ingenuidad en Beto y en su mujer: no saben lo que es la ambición. Él apenas sueña con comprar una moto, para hacer más viajes, más rápido, y así ganar unos pesos más. Pero no sale del círculo de la inmediatez precaria. La hija adolescente es la única que logra distanciarse del entorno y anhelar otra cosa. Pero Silvia está muy sola, sin otra opción que aprender el noble arte de tragarse la humillación cotidiana sin chistar. Como ese día que regresa de entregar una ropa que a su mamá le habían encargado planchar. La clienta no puede pagar el trabajo “porque cambió el auto y no tiene dinero”, le explica Silvia a su mamá. Cuestión de clase, que le dicen. Lucha que sigue, siempre sigue, aunque se intente fingir que ya no existe.
Algunos dicen que películas como El baño del Papa lo único que buscan es “estetizar la pobreza”: hacerla más vistosa y menos dolorosa. No consigo entender esos argumentos. No cuando recuerdo el rostro de Beto mientras intenta remendar un colador de cocina. Que ya está demasiado oxidado. Los agujeritos se desgastaron y cedieron. En esa imagen no veo más que tristeza. Desesperación.
El film de Enrique Fernández y César Charlone construye su grandeza a partir de esas finísimas pinceladas de realidad, esas miradas tristes y dignas, esas perfectas líneas de diálogo que resumen todo un espacio, un tiempo, un sentir.
Si hay humor es porque aún hay ilusión. Y porque esta fábula se empecina en asegurar que incluso cuando la última esperanza también acabe por esfumarse, al menos quedará el afecto. El afecto y nada más.
No hubo milagro en Melo. Porque cada alma salió corriendo a hacer la suya, por su cuenta, sin pensar, ni organizarse, ni diagramar con conciencia una estrategia que realmente les sirviera todos.
Y así la cosa no camina.
Nadie se salva solo.
Carolina Giudici es Licenciada en Comunicación Social. Desde hace ocho años es columnista del ciclo radial “El refugio de la cultura”, que conduce Osvaldo Quiroga. Es docente especializada en periodismo y cine. Tiene un blog "Morir en Venecia", www.morirenvenecia.blogspot.com.
Hace poco entre a chusmear el sitio de Carolina Giudici y me parecio muy interesante en todo su contenido.
ResponderEliminarSaludos
Ali... que lindo leer que fuiste a ver El baño del Papa..!.
ResponderEliminarTe cuento por que.... Mi abuela materna.. vive en Cerro Largo. Melo. todos mis tios y primos viven alli... son muchos.. desperdigados por esos caminos en subi y baja que ves en la pelicula.
hasta los 25 años.. pasaba casi dos meses en verano en .. un mes como poco. Los vecinos vivian de lo que es el contrabando entre las ciudades proximas brasileras y melo.
Alli salian en bicicleta.. tal cual lo ves en la pelicula... los esperabamos a la tardecita.. de vuelta... subir la "cuchilla"... esa ondulacion del suelo... firma con las bicicletas... Eran muchos.. Nadie decia nada.. si era legal o no... era la forma de vida.. Era la felicidad de la llegada con cajas y cajas cargadas de azucar, yerba, jabones de perfume fuerte... galletitas brasileras. Asi se esperaba cada tarde.. dos veces a la semana... Una tal vez.. segun el "capital".. con el que se contaba.
Luego se vedian en pequeños almacenes... o en las mismas casas se atendia por la ventana.. Aun creo que debe ser asi.
Mi abuela de 90 años.. vive en la ultima loma que se aleja de la ciudad... justo la ultima casita en la punta.. es la de ella.. de alli.. hacia atras... los bosques de eucapitus.
Mi bicicleta vieja.. tambien bajaba veloz y subia cuesta arriba... miercoles... habia que hacer fuerza para bajar y subir esas lomadas.. pero te acostumbras. En aquellos años.. y en la humildad.. era el unico transporte... Ahora creo que llega un colectivo viejo que levanta tierra... cada una hora... para y espera.... todos se conocen.
"A donde va Doña Ema?" ... a cobrar la pension mijo... (en un uruguayo brasilero cerradito que te acostubras con los dias).
Las historias que vivi en Melo.. fueron impresionantes para una niña... luego adolescente... amores de bicicleta... contrabandistas de lujo... jaja.
Recuerrdo todavia.. a un tipo.. cruzar los campos... con un juego de living entero en la bicicleta... Vos diras como.:??. pues tenia el sillon largo atras... cruzado. en cada punta del mismo sillon cargaba los dos chicos que hacian contrapeso.
Con los ojos abiertos nos quedamos mirando ese dia... nos matamos de risa.. porque era increible.. Como habia subido y bajado las lomas.. casi tres horas de ida.. y de vuelta otras... ?=..... Todo era posible.
No pude ver entera la pelicula del Papa... pero te cuento.. que mi madre.. hace dos años.. fue a Melo.. en unos dia va nuevamente. Y pasa por la casa de Juana... (juana de ibarbouru) .. alli se queda con los poetas conocidos... poetas de calle nomas.. con progarmas de radios donde lloran bohemias.
Bueno.. decia... mi madre siempre pregunto... que coño fue a hacer el Papa a Melo..??...
yo misma me lo pregunto.. y envie un mail hace un tiempo a los directores de la pelicula para ver si ellos sabian algo. Todaiva no tuve respuesta. Pero pienso seguir buscandola.
Fue algo rarisimo.. asi tal cual lo viste... el Papa fue a ese lugar perdido... a bendecir .. que..??.. nunca se entendio mucho.
La historia del inodoro... de esa familia.... es una mas en tantas Alita... Todos tienen sueños... Y eses lugar tiene algunas cosas fijas... gente que solo transcurre... las chusmas del barrio.. y los soñadores de siempre.
Apenas tengan otra novedad... te la cuento. Voy a ver si averiguo con mis tios tambien.
Gracias por ponerlo aqui... para mi... es algo entrañable...
Besos.
Dani.
Qué bueno Gabo que coincidamos en eso. Y gracias por el comentario. Saludos para vos.
ResponderEliminarHola Dani. Te cuento que entrando a
http://www.montevideo.com.uy/banodelpapa/, encontrás mucha data de la peli. Además en youtube hay una entrevista auno de los directores. El también es de Melo.
Lo del Papa sí que fue raro. Y el milagro no se produjo....otra vez.
Que lindo leer toda lo que contaste.
Un beso
Ali.. gracias... voy a leer. Y tambien voy a insistir en saber cual fue la razón de ese viaje .. extraño... porque si fue extraño.
ResponderEliminarUn amigo alli..?... acaso algun vaticinio..??. mmm....
Me encantaria saber ...
Igual.. la historia se que es muy buena. La por la mitad en dvd. en los dias que no tenia mucho tiempo.
En cuanto a lo que dice Carolina Giudici.. (luego entrare en su blog)... no coincido en algunas cosas.. como que la tristeza y el dolor son terribles ... Si vivis alli... el mundo es ese... Para bien o para mal... las penas son pasajeras.. y las pequeñas alegrias.. son.. la vida misma.
Como en todos lados.......
Beso.
la seguimos.
Ale, llas buenas recomendaciones siempre hay que agradecerlas,pero además la crítica de Carolina Giudici no tiene desperdicio... Ese lugar común...Ese no pagar por cambiar el coche. Son realidades a las que estamos tan acostumbrados que solo nos llaman la atención cuando alguien lo escribe...Sabés, creo que la pobreza tiene su estética, la tiene. Esta relacionada con la dignidad en todas sus formas. La dignidad de la limpieza entre paredes descascaradas. La dignidad de buscar la educación y la dignidad de los principios... No tiene nada que ver esto con aquellos que tienen una moral estética, que son justamente los que no podrían distinguir nunca la verdadera estética dela pobreza.
ResponderEliminarPor último, eso de : " No hubo milagro en Melo. Porque cada alma salió corriendo a hacer la suya..." También es reiterado, también es un lugar común, pero por sobre todas las cosas una gran verdad.
Beso.
Dani, no entiendo porqué decís que Carolina dice que la tristeza y el dolor son terribles. Habla de desesperación. Desesperación que es imposible evitar en muchos momentos frente a la impotencia que va de la mano de la pobreza. Los personajes no por eso dejan de pelearla, de soñar. Bueno, la seguimos, beso
ResponderEliminarFlipi, lo que me gusta de las críticas de Carolina, es que no deja afuera la realidad con todo lo que ella contiene. No es un enfoque del "arte por el arte". Y ayuda a ver. A ver las cosas que están ahí pero que dejamos de ver.
Es muy interesante lo que decís de la moral de la estética y lo que produce. Creo que todo lo vacía de contenido. O eso intenta.
"Nadie se salva solo", es cierto en la película y cierto en la vida. Un beso
Alitasol, entre tu entusiasta recomendacion y la critica de la peli, no dudes de que la voy a ver.Me quedaron danzando...no conocian la ambicion y la escena del remiendo del colador, gracias y besos
ResponderEliminarQue bueno Djuna. Estoy segura que la vas a disfrutar. Cuando la veas, me encantaría saber qué te pareció. Besos
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