La llegada tarde era inevitable. Botellas vacías, algunos libros, diarios mutilados y llamativamente dos copas a medio terminar. Me pregunto que habrá pasado acá. La noche había sido larga, su recuerdo volvía como pasajero del recuerdo y con el, las copas del olvido. Sin embargo, un sabor amargo pomelo predominaba en mi boca. Algo me decía que la noche había sido distinta, recapitulando logre recordar con inexactitud situaciones. Me recuerdo llorando, sentado en el piso. También mirando insólitamente por la ventana. La escena más firme me encontraba buscando desesperadamente en los libros. Según parece también recurrí a los diarios. Quizás alguna frase, un poema, una metáfora. Lo único que me acompañaba al trabajo era la certeza de haber escrito algo anoche. No sabia donde, ni había tiempo para buscarlo, pero esperaba el regreso para leer, con las mismas ansias que si no lo hubiese escrito yo, esas palabras. Quizás ahí estaba la clave de esa noche que de tantos olvidos, había olvidado.
Al principio tuve miedo, pensé en la ventana abierta. Sin dejarme preguntar afirmo, soy el mensajero. No te voy a lastimar, soy un triste fantasma, con una noble misión. Me sirvió una copa, y con una mirada de resignación miro su alrededor. Botellas vacías, soledad, abandono y completo desorden. Quise justificarme, pero su mirada vasto para hacerme saber que sabia lo que estaba sucediendo. No tengo mucho tiempo, y esto no me esta permitido, pero algo me dice que tengo que ayudarte, quizás sea esta mi misión, y tu ultima oportunidad para decirle lo que sientes. Entraré por su ventana mientras duerma, y le susurrare al oído tus palabras. Elíjelas cuidadosamente, se breve y resume todo lo que sientes en esa frase.
Otra vez el vacío de las palabras, no podía caer en un simple te quiero, te extraño o te amo. El interior de los libros parecía una sopa de letras, los diarios no eran de mucha ayuda. Mientras el volátil visitante sentado en una banqueta, ojeaba mi cuaderno de poemas. Húmedo el dedo, acaricia una a una las páginas, y las empuja al abismo que provoca el olvido. Antes que le ruegue por unos minutos más, arranco un trozo de papel a mi cuaderno, y sin terminar su copa se largo por la ventana. Misterio, ficción o alucinación, y la tristeza profunda. Me senté en el piso, corrí algunas botellas y comencé a llorarle a la ventana.
Las noches son mi prisión, escuela de dolor y sufrimiento. Antes dormir, sobre la mesa dos copas, una llena, mi cuaderno de poemas y la ventana entreabierta, quien sabe.
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"Solo tengo dos certezas: la de la ansiedad de lo absoluto que hay en mi y la imposibilidad de volver el caos del mundo a un orden racional" Albert Camus