En esa eterna prisión,
la de la cuatro maderas,
sombrero en mano el espera
con su mudo corazón.
Sin saberlo es inmortal,
su peinado y su sonrisa
carga consigo la brisa
y la niebla matinal.
Su foto me trae recuerdos
de cosas que hoy no he de ver,
el grito de los gallos al amanecer
y el viejo de tranco lerdo
que sin prisa despertaba.
Recuerdo firme la escarcha
que entorpecía la marcha
y alpargatas blanqueaba.
Recuerdo luces salvajes,
estrellas voladoras,
misteriosas y encantadoras
luciérnagas de brillante ropaje.
Como en la noche cigarrillos
encendidos, danzando
un ebrio compás, bailando
al ritmo del canto de los grillos,
del coro de sapos y búhos.
Es la música de la noche
lejos de las bocinas y los coches,
solo se escuchan aullidos.
La noche se hace lamento
de tupidos trigales
y erguidos maizales
peinados por el viento.
Misterioso y mágico momento,
hacen el horizonte estrellado
fundiéndose con en el anaranjado
amanecer. Nostalgioso sentimiento
arrastra este caudaloso río
de sucesos, melodías
de pureza juvenil, sinfonías
de memoria. Y el frío
cruel que se hace hielo
en mi cabeza, y congela ese recuerdo
del viejo de tranco lerdo,
el incansable, mi abuelo.
A las cinco menos cuarto
cargaba leche en el tarro
y partía con el carro
para iniciar el reparto.
Leche de corta vida
pero leche al fin y pura
bien cargada de gordura
la gente luego la hervía.
Recuerdos de campo abierto
sembrando con mucha paciencia
surcada en arrugas la experiencia
hoy soy fruto de tu huerto.
Kantauri...
la de la cuatro maderas,
sombrero en mano el espera
con su mudo corazón.
Sin saberlo es inmortal,
su peinado y su sonrisa
carga consigo la brisa
y la niebla matinal.
Su foto me trae recuerdos
de cosas que hoy no he de ver,
el grito de los gallos al amanecer
y el viejo de tranco lerdo
que sin prisa despertaba.
Recuerdo firme la escarcha
que entorpecía la marcha
y alpargatas blanqueaba.
Recuerdo luces salvajes,
estrellas voladoras,
misteriosas y encantadoras
luciérnagas de brillante ropaje.
Como en la noche cigarrillos
encendidos, danzando
un ebrio compás, bailando
al ritmo del canto de los grillos,
del coro de sapos y búhos.
Es la música de la noche
lejos de las bocinas y los coches,
solo se escuchan aullidos.
La noche se hace lamento
de tupidos trigales
y erguidos maizales
peinados por el viento.
Misterioso y mágico momento,
hacen el horizonte estrellado
fundiéndose con en el anaranjado
amanecer. Nostalgioso sentimiento
arrastra este caudaloso río
de sucesos, melodías
de pureza juvenil, sinfonías
de memoria. Y el frío
cruel que se hace hielo
en mi cabeza, y congela ese recuerdo
del viejo de tranco lerdo,
el incansable, mi abuelo.
A las cinco menos cuarto
cargaba leche en el tarro
y partía con el carro
para iniciar el reparto.
Leche de corta vida
pero leche al fin y pura
bien cargada de gordura
la gente luego la hervía.
Recuerdos de campo abierto
sembrando con mucha paciencia
surcada en arrugas la experiencia
hoy soy fruto de tu huerto.
Kantauri...
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"Solo tengo dos certezas: la de la ansiedad de lo absoluto que hay en mi y la imposibilidad de volver el caos del mundo a un orden racional" Albert Camus