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viernes, 10 de julio de 2009

El arte de dar sorpresas

Hacía cuatro años que su hija vivía en España, y la familia quiso darle la gran sorpresa de su retorno no avisándole nada.

La madre fue entonces invitada a una reunión familiar con la excusa de un cumpleaños, y claro, allí se iba a encontrar con la hija que no veía desde hace años. Sus nietitos, enterados del asunto y ante el estupor de los demás parientes, le insistieron un par de veces que en la reunión NO IBA A ESTAR Dolores, pero la madre, algo despistada, ni se percató de la trampa.

Finalmente se produjo la gran sorpresa. A la madre le sacaron una foto junto a otros parientes con la cámara digital, mientras sigilosamente Dolores se ponía detrás de todos. Incluso aunque enseguida le mostraron varias veces la foto obtenida, la madre no se percató de nada, y hubo que decirle que cuente las personas que había. El grito que pegó se escuchó de la otra cuadra, y el abrazo subsiguiente fue interminable.

Es evidente que los niños no son aptos para dar sorpresas porque se deschavan enseguida, pero también hay adultos igualmente ineptos y poco imaginativos para esta tarea. Y es así que la esposa le insiste al marido el día de su cumpleaños que ni se le ocurra venir antes de las 21 horas porque “tiene que encerar la casa”, cuando ella jamás agarró un tarro de cera. Naturalmente, para no defraudarla el marido hace como que no sabe nada, y cuando entra a las 21 horas encontrándose con toda la parentela cantando el “japi verdey”, su expresión de sorpresa no se la cree ni el loro.

Entre las formas más idiotas de dar una sorpresa es anunciar “¡Te tengo una sorpresa para mañana!”, con lo cual el efecto sorpresivo se redujo a la mitad debido a la gran ansiedad que invade al creador de la sorpresa. Y lo mismo cuando el horóscopo nos dice que recibiremos una sorpresa, y efectivamente siempre se cumple: nunca recibimos ninguna sorpresa.

En realidad, las más auténticas y perfectas sorpresas son, como canta Rubén Blades en “Pedro Navaja”, las sorpresas que te da la vida. Algunas no son precisamente de las más agradables, pero otras sí lo son, y por ello son doblemente sorpresivas.

Pablo Cazau. Julio 2009.

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5 comentarios:

  1. Pablo.. me quede pensando en eso de la ansiedad del que da la sorpresa... tenes razon!.

    Igual, no me gusta dar sorpresas, ni fiestas sorpresas, ni cumple sorpresa, ni ninguna otra sorpresa.
    Y no me gusta que me hagan nada sorpresivo. Lo siento como un engaño. Porque en el fondo... debieron mentirte en algun punto para llegar a la sorpresa y si te mienten en una cosa pueden mentirte en otras...

    bueno.. parece retorcido.. pero yo lo siento asi .. aunque me han tildado de "amarga" en estas cuestiones...

    Ademas.. porque tiene que ser sorpresa algo.??? no pueden solo decir...mira... traje esto.. vamos a tal lugar.. vino fulano.. y listo..!
    ok, me noje. jajaja
    becho
    Dan.

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  2. Dani:
    Qué comentario sorpresivo!
    Por las dudas no te voy a dar ninguna sorpresa a ver si enojás conmigo.
    Beso. Pablo.

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  3. Sé de esta sorpresa ,fue el año pasado ,¿ no ?...Marita estaba loca de contenta..
    kuma

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  4. Así es Kuma. Fue cuando Marita se encontró con su hija Dolores.

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  5. Seeee, Pablo: tenés razón!!! Las sorpresas, nunca son sorpresas verdaderas!!! Siempre terminan fracasando...
    Me ha pasado y de las dos formas: querer dar sorpresas yo y que sea un desastre o que me quieran dar sorpresas a mí y sea un desastre peor!!!
    Me quedo con las de Pedro Navaja...
    Jajjajaaa!!!
    Lau.

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"Solo tengo dos certezas: la de la ansiedad de lo absoluto que hay en mi y la imposibilidad de volver el caos del mundo a un orden racional" Albert Camus

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