Pánicofilia

Es probable que todos los que hasta ahora hayamos zafado de la ola de inseguridad, y no nos hubieran robado, violado o matado, ni nos hubiera enloquecido el paco o hecho drogadictos la cocaína, picado ningún mosquito y contrajéramos dengue, ni nos haya afectado ninguna de las alarmas espantosas de la crisis económica, ahora seamos afectados por ¡la fiebre porcina!
¿Y qué me cuentan de la fiebre amarilla, algo latente, o la gripe aviar que por ahí resurge?
Cuando yo era chiquito, se nos vino encima la poliomielitis, un terror de aquellos, pocos años después de el pánico general fuera generado por un terremoto que logró borrar a San Juan de la faz de la tierra.
Las madres colgaban a sus chiquitos en sus ropas una bolsita con una pastilla de alcanfor. Sabían que no serviría me mucho, pero así se tranquilizaban. Los padres pintaban los árboles y los cordones con cal. No tenían ni idea de lo que hacían, pero antes habían reaccionado igual con la epidemia de tuberculosis.
En la antigüedad a los apestados les colgaban campanillas para que cuando se acercaran permitieran a los viandantes huir del contagio.
Los tiempos poco han cambiado. En esta era está de moda el “ataque de pánico”, ese mal estresante que te pone reloco si te da un algo de miedo. Y en el que tan cálidamente está comprometida toda la prensa para producírtelo.
Para colmo en Argentina estamos en periodo preelectoral. Tanto los oficialistas como los opositores esperan sacar algún rédito de la movida, por lo tanto es bastante difícil saber que está pasando.
Es posible que estemos frente a un riesgo espantoso, como que no. Y –como en el caso de la gripe aviar- nunca sepamos qué pasó.
Es bueno contarles ahora, unos pocos años después, que asistí a una reunión de agentes de comunicación masiva, en la cual un importante ente internacional nos transmitió que debíamos prepararnos para la epidemia de gripe aviar que sobrevendría ine-vi-ta-ble-men-te. No sólo se nos proveyó de muy buen material al respecto, sino que también se nos acercó la previsión horrorosa de la cantidad de muertos argentinos que tendría el paso del flagelo. Por suerte lo único que lograron fue el cagazo de los presentes, y el pudor de los periodistas de los mayores medios: no transmitieron tanto pánico. Pero si el lector hace un poco de memoria, notará que algo sin embargo llegó a trascender: la gripe aviar parecía estar ya encima nuestro.
Todavía podría seguir y recordar la gripe asiática, un terror de los 50 o 60.
La gente simple nos preguntamos: ¿qué será peor, entonces? ¿la enfermedad de los porcinos o el dengue vía mosquitos? ¿la inseguridad o los efectos de la crisis?
Hay sólo una serie de personajes que ven la cosa distinta: quienes con ansiedad esperan que “se cumplan las escrituras”. No hay que olvidar que, durante generaciones, desde el apocalipsis hasta los ovnilogos esperan que “sucedan cosas”.
“De las plagas ya hay cuatro: sólo faltan tres” me dijo esta mañana mi vecino alucinado mientras bajábamos por el ascensor. Supone que el dengue, el sida, la gripe porcina y la drogadicción ya forman parte de la escalada que arrasará con todo. Me intentó demostrar los síntomas demoníacos presentes en líderes como Morales, Chávez, Mujica, Castro, los Kirchner y ¡Michael Jackson! Y todo aderezado con las Twin Towers, el terremoto italiano, y un montón de otros conceptos ininteligibles que ni me acuerdo pero que seguro deben convencer a más de uno.
Eso: todo esto –mire- es el APOCALYPSE NOW. Qué tanto.

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