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jueves, 15 de enero de 2009

El caso "Pomphile"

La misiva lacrada queda sobre la mesa junto a algunos avisos de corte, el cenicero y unas cuantas botellas de ginebra. Varios días pasaron antes que Matilde, la mucama que realizaba tareas de limpieza encontrara la carta. Estaba en lamentables condiciones, lucia tan manoseada y frágil como un billete de dos pesos.

En la pieza, mirando uno de sus policiales preferidos, Julián Estrada. Un policía de vocación, carismático, sensible. Parecía imitar las características de sus personajes predilectos, profesional, flexible, gozaba del respeto de todo el pueblo. En ocasiones hacia de negociador para evitar conflictos, como cuando los malandras de la mesa del fondo le metieron púa a paisano Castro, inventando que Estrada le visitaba la señora cuando el se iba a la cosecha. Esto era suficiente para que Castro desenfunde su facon y se le eche encima al uniformado. Luego de un cruce de golpes Estrada le arrebata el cuchillo y del fondo se escucha, mátelo agente, ese paisano no sirve pa mierda. Estrada lo saca esposado, y camina lentamente hacia la esquina, una vez ahí, nadie sabe que le dijo, el paisano largo unas lagrimas (las únicas de su vida) y al rato estaban tomando ginebra los dos en el bar.

El pueblo le quedaba chico y trabajaba a la sombra del comisario, que para la tradición de estos pueblos solo abandonaba su cargo cuando fallecía. Y en ocasiones la jerarquía se heredaba al hijo varón del difunto. La enfermedad de su madre no le permitía abandonar el pueblo y la frustración se ahogaba noche a noche en charcos de ginebra. Malandrines conocidos, ladrones de gallinas, muchachitos traviesos y de vez en cuando unos tiros al aire a los cuatreros hacían de la vida de Estrada un autentico fracaso. Soñaba con el caso que lo hiciera conocido, con su foto en la tapa del matutino (quizás demasiado influenciado por las películas americanas).

La primer lectura nada interesante dejo en la mente, todavía confundida por la ginebra, de Estrada. Sin embargo detrás del dolor de la mujer se escondía un misterio. Los meses pasaron y Estrada estaba excesivamente compenetrado con el caso, su comportamiento había cambiado, lucia sucio harapiento y barbudo. Hacia caso omiso a las trifulcas en los bares, luego de casi 12 años había desaparecido una jaula de vacas y otras menudencias evidenciaban los descuidos de Estrada. El comisario le ofrece las vacaciones mientras Julián le expone fervientemente su alocada teoría.

El comisario lo trata de loco e insano, afirmaba que la carta solo revelaba el dolor de una madre que había perdido su hijo. El joven aficionado a la lectura y a la escritura (un autentico haragán y seguramente homosexual, según los dichos del comisario) se había suicidado sin motivo aparente y había dejado tatuado en la pared (y luego en la memoria colectiva de todo el pueblo a través de anécdotas) solamente una fecha “Mayo 20, 1928”. Esto ocurrió el “20 de mayo de 1956”, el paralelismo entre las fechas orientaba la búsqueda hacia el aniversario de quien sabe que suceso importante en la vida del joven poeta. Nada tenia sentido, sin embargo semejante decisión hacia que todos tomaran sus últimas letras con profundo misterio. No había indicio alguno de asesinato, el joven luego de una larga caminata, se aliso el pelo, ajusto la corbata, apoyo el revolver calibre 38 en su sien y gatillo.

Estrada fue expulsado de la policía, un joven presumido y autoritario ocupo su lugar con la promesa de terminar con el delito en la ciudad. Julián, como solo lo llamaba su madre y unos pocos amigos, se paseaba de bar en bar, defendiendo su teoría. Afirmando que el joven era un fanático casi sectario de Borges, y que las misteriosas letras que perduraban en la pared del cuarto del joven correspondían al nombre uno de los versos del autor (Mayo 20, 1928). También afirmaba que este fenómeno se repetía en todo el mundo cada 20 de mayo, era la fecha elegida por los escritores para despegar “poéticamente de la tierra” algo así como un suicidio serial.

Jueves 21 de mayo de 1959, el diario llega todavía tibio a manos del comisario, una primera ojeada al deportivo y a los resultados de la quiniela. Una mirada a los títulos de los internacionales mostraba al hijo del Presidente de un país que sonaba a europeo, el cual se quita la vida de un balazo en la sien. Con el diario envuelve unas copas rotas de la noche anterior, y el autoritario ayudante le pregunta si salio en las necrologicas el suicidio de Estrada.

Kantauri

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2 comentarios:

  1. Kantauri,me fascino tu escrito...Julian era otro invulnerable quizas, cariños

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  2. Muy bueno, Kantauri. Tu relato me tuvo en vilo hasta el final. Muy bueno realmente. Admiro a quien tiene el don de poder escribir así, como vos!!!.

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"Solo tengo dos certezas: la de la ansiedad de lo absoluto que hay en mi y la imposibilidad de volver el caos del mundo a un orden racional" Albert Camus

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