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jueves, 22 de enero de 2009

El Heredero

Serafín Suárez Medina, “colifa” le decían en el barrio. Según cuenta la madre, el problema comenzó en el parto. Su cabecita, tan moldeable como una miga de pan, sufrió el asedio de una partera inexperta. Fue soplando velitas hasta que a los seis años, Beatriz, su madre, preocupada decidió llevarlo a la capital. En ese entonces la psicología era cosa de locos, por lo pronto el medico teorizo unos minutos antes de aventurar algunas alternativas. Beatriz solo quería saber si estaba loco, sin embargo el medico trato de hacerla razonar, le pregunto si Serafín tenia amigos invisibles, si reía, lloraba o si el padre lo castigaba físicamente. Para esto Serafín se mantenía completamente mudo, un autismo voluntario parecido al silencio del sabio que prefiere callar a dar explicaciones. Beatriz decidió no enviarlo a la escuela, era una situación verdaderamente embarazosa, en principio una maestra lo visitaba. Luego de que Serafín no mostrara señales de atención ante las clases, directamente le dejaban los libros sobre su escritorio. El los recorría con su mirada, uno a uno, sin embargo parecía tener preferencia por las novelas policiales (era lo único que alteraba la rigidez de su rostro).

Los años pasaron y Serafín fue rebautizado como “colifa”, sus hermanos Jorge y Francisco, se divertían con el. Los padres en ocasiones disfrutaban internamente de sus bromas, bajo un estado de resignación, impotencia y una pizca de despecho.

Las diferencias fueron cada vez más acentuadas entre los tres hermanos, luego de unas 30 noches de penitencia, en las que Serafín comió solitario en su cuarto, por pegarle a uno de sus hermanos, esto se hizo una sana costumbre. También unas bofetadas que después se transformaron en crueles palizas, a las que Serafín respondía con ensordecedores silencios bañados de lágrimas. A partir de ese momento “colifa”, como lo llamaban inclusive sus padres y hermanos, comía solitario en su pieza. Era una buena forma de volver a sentir lo que es tener una familia normal, por lo menos lo que duraba la cena. El lucia insólitamente feliz, sus hermanos jugaban a apagarle la luz mientras cenaba y repentinamente prenderla, para ver su actitud, permanecía inmutable.

Disparos, unos charcos violáceos color malbec y el silencio eterno. El análisis de la escena no dejaba más que interrogantes y unos cuantos cuerpos en el piso. Al parecer, según la primera hipótesis de los forenses y la policía, todo comenzó como una acalorada discusión en el cuarto del matrimonio Suárez Medina. Luego de recibir una tremenda paliza (la autopsia revelaba que, además de los disparos, Beatriz presentaba politraumatismos) toma de la cocina una cuchilla y sube nuevamente al cuarto. Le provoca a su marido dos heridas una espalda y la segunda en la parte trasera del cuello, esto le provoca una fuerte hemorragia que segundo a segundo le quitaría las fuerzas. El marido toma su revolver calibre 38 de la mesa de luz y le ejecuta dos certeros disparos en la cabeza. La hemorragia era cada vez más intensa, agravada por la disputa del revolver con su hijo mayor Francisco, que al oír los disparos corrió rápidamente al cuarto de sus padres. Al ver su madre, ya muerta en el piso, se abalanzo contra su padre.

Forcejearon, aunque el joven tenia las de ganar, su padre apenas si pudo acertarle algunos golpes. Jorge llega a la macabra escena y encuentra a sus padres en el piso con varios disparos y a Francisco arrodillado tomándose la cabeza. No había tiempo para preguntas, Jorge tomo el arma y disparo contra su hermano mayor. Segundos más tarde se quito la vida con la última bala, color plateada, que habitaba, ansiosa esta secuencia desde hace muchos años, en el revolver de su padre.

Serafín fue enviado a un instituto, los quisieron declararlo en insania para hacerse de la jugosa herencia de los Suárez Medina. Sin embargo en cuestión de meses la recuperación fue exitosa. Recupero el habla, y con el don de la palabra se descubrió un ser increíblemente inteligente. El heredero, vendió la casa y se mudo a Rosario de la Frontera (Salta) donde se refugio a leer y escribir sus genero favorito las novelas policiales.

En el nosocomio todavía se escuchan la leyenda de Serafín, su compañero de cuarto afirma haber sido testigo de la confesión apasionada. Dijo haberla contado con los condimentos y el realismo de G. K Chesterton. Serafín lo había planeado durante mucho tiempo, la noche llego y con ella la macabra travesura. Primero fue su madre con el cuchillo, luego su padre y hermano, con el arma. El ultimo fue Jorge, hasta entonces su cómplice. Lo tomo de atrás y le coloco el revolver en la sien, gatillando súbitamente.

Un montaje escenografico en el cuarto, y su estado aparente de locura, ocultaban el cinismo de Serafín.

Si bien quizás pueda omitir algún detalle doy fe que así fue como sucedieron las cosas...

S.S.M

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3 comentarios:

  1. Reitero mi aplauso admirativo, cariños

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  2. La venganza de Serafín y una metáfora de lo que puede haver la exclusión.
    Felititaciones, me pareció excelente.

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  3. Me gustó la historia, Kantauri. Muy bien descripta y con un final casi feliz... Diría el odontólogo Barreda.
    Felicitaciones.
    flipi.

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"Solo tengo dos certezas: la de la ansiedad de lo absoluto que hay en mi y la imposibilidad de volver el caos del mundo a un orden racional" Albert Camus

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