miércoles, 3 de abril de 2013
Había una vez una bella joven que, después de quedarse huérfana de padre y madre, tuvo que vivir con su madrastra y las dos hijas que tenía ésta.
Las tres mujeres eran tan de derecha y burguesas que explotaban a la bella joven. Era ella quien hacía todo el trabajo más duro de la casa. Además de cocinar, fregar, etc, ella también tenía que cortar leña, encender la chimenea y encargarse de los caprichos de las hijas de la madrastra.
El rey, muy contento, iba a dar una gran fiesta a la que iba a invitar a todas las jóvenes del reino, con la esperanza de que el príncipe encontrara en una de ellas, la esposa que deseaba.
En la casa de Prole Taria, sus hermanastras empezaban a prepararse para la gran fiesta. Y decían a Prole Taria:
- Tú, no irás. Te quedarás limpiando la casa y preparando la cena para cuando volvamos.
El día del baile había llegado. Prole Taria vio partir a sus hermanastras al Palacio Real y se puso a llorar porque se sentía muy triste, sola, pobre, explotada, miserable, sucia, asquerosa, detestable, etc. Pero, de pronto, se le apareció un Hada con un parecido asombroso a Karl Marx que le dijo:
- Querida niña, sécate tus lágrimas porque tú también irás al baile.
Y le dijo Prole Taria:
- Pero, ¿cómo?, si no tengo vestido ni zapatos, ni carruaje para llevarme?
Y el hada, con su varita mágica, transformó una calabaza en carruaje, unos ratoncillos en preciosos caballos, y a Prole Taria en una maravillosa joven burguesa que mas se parecía a una princesa.
Y le avisó:
- Tú irás al baile, pero con una condición: cuando el reloj del Palacio dé las doce campanadas, tendrás que volver enseguida porque el hechizo burgués se acabará.
Hermosa y feliz, Prole Taria llegó al Palacio. Y cuando entró al salón de baile, todos se pararon para mirarla. El príncipe se quedó enamorado de su belleza y bailó con ella toda la noche.
Pero, al cabo de algunas horas, el reloj del Palacio empezó a sonar y Prole Taria se despidió del príncipe, cruzó el salón, bajó la escalinata y entró en el carruaje en dirección a su casa.
Con las prisas, ella perdió uno de sus zapatos de cristal que el príncipe recogió sin entender nada.
Al día siguiente, el príncipe ordenó a los guardias que encontraran a la señorita que pudiera calzar el zapato. Los guardias recorrieron todo el reino.
Todas las doncellas se probaron el zapato pero a nadie le sirvió. Al fin llegaron a la casa de Prole Taria, que como todos sabemos no era su casa sino que allí era una esclava de esas tres malvadas que evitaban a toda costa que obtenga la plusvalía que tanto merecía. Y cuando ésta se lo puso todos vieron que le quedaba perfecto.
Y fue así cómo Prole Taria volvió a encontrarse con el príncipe, se casaron, y vivieron muy felices disfrutando del consumismo y el capitalismo salvaje en un enorme palacio con 150 habitaciones para solo dos personas. Prole Taria ordenó la detención de su madrastra y sus hijas a quienes esclavizó de por vida para limpiar el palacio entero, cocinar, fregar, cortar la leña, encender las 23 chimeneas y hacerse cargo de toda su prole.
FIN
Moraleja: Las manos se lavan una a la otra y las dos secan la cara.
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"Solo tengo dos certezas: la de la ansiedad de lo absoluto que hay en mi y la imposibilidad de volver el caos del mundo a un orden racional" Albert Camus