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    martes, 10 de marzo de 2009

    Anonymous La herencia de Funes

    Desperté un buen día
    con el mal de Funes,
    sufriendo las corrosiones
    del tiempo. Percibía

    cambios en mi rostro
    momento a momento.
    El trágico nacimiento
    de las arruga me mostró

    esta terrible dolencia.
    Me veía envejeciendo
    lentamente, sufriendo
    de una brutal impotencia.

    Pensé que el tiempo corría
    más rápidamente, acelerado,
    pensé que se había ensañado
    conmigo, el tiempo seguía

    en su caudal y afluente
    normal, mi percepción
    alteraba trágicamente la noción
    de su paso. Mientras la gente

    seguía, de a poco, envejeciendo.
    Durante un café, alternaban
    sus rostros, desfiguraban
    sus manos. Seguía viendo

    sus dientes como tornaban
    tenuemente en amarillo.
    Percibía como el cigarrillo,
    opacaba, mientras pitaban,

    las paredes color pastel.
    Sufría los embates de la memoria
    perfecta. Lentamente me moría
    sin sentir agonía, la piel

    se arrugaba, tenia menos cabello
    que unos segundo atrás.
    Lo imperceptible y además
    lo progresivo, era aquello

    que me torturaba del espejo.
    El memorioso Funes, ese viejo
    postrado en un libro añejo,
    hoy me alcanza, soy su reflejo.


    Kantauri
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    1 comentarios:

    1. Qué cuento impresionante. Lo tuve que leer en la facultad cuando estudiábamos el tema de la memoria.
      Me impresionó mucho.
      Tu poema también. Te felicito Kanta.
      Un beso, Alita

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    "Solo tengo dos certezas: la de la ansiedad de lo absoluto que hay en mi y la imposibilidad de volver el caos del mundo a un orden racional" Albert Camus

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