Los mediodías, con todo el plantel de la fábrica almorzábamos una cantina dependiente de la iglesia de Pompeya. Se comía bien y barato. La mesera era una jovencita que trabajaba en una fábrica de helados cercana. A esa hora ayudaba en el comedor y con eso se ganaba el almuerzo y algún peso extra. Esta muchacha comenzó a ser un atractivo en aquel lugar concurrido por camioneros y obreros de la zona. Mi socio Antonio y los chicos (y no tanto) del taller estaban enamorados de ella. Era una morocha escultural, de ojos verdes y muy sexi pero parecía no percatarse de ello. Recibía numerosos piropos y contestaba con una sonrisa cautivadora acompañada a veces de algún breve agradecimiento. Nunca se detenía a charlar con nadie, tal vez por falta de tiempo o porque sabía que cualquier diálogo estaría impulsado por el líbido. Y el líbido es el origen de las más disímiles manifestaciones psíquicas... Yo fui testigo de mil manifestaciones entre dientes cuando se alejaba contoneando las caderas. "Negra h... de mil p..." o " Como te rompería el...." Cosas por estilo.... Y es que algunos hombres encuentran desahogo en el insulto cuando sienten que el objeto de sus deseos sexuales es inalcanzable. Esto se agrava si la persona deseada no es un personaje de la farándula o tapa de revista; si no alguien a quien se ve o relaciona como un igual... Y si ese igual es de tez oscura, peor. La convicción popular masculina es de que todas las "negras" son fáciles, y yo decidí aprovecharme de esa creencia y el entusiasmo que aquella joven había despertado en mi amigo y el resto.
Me había separado y aquel verano era el primero que no vacacionaría con mi hija Luciana. El psicólogo aconsejó que al menos pasara unos días con ella y mi ex esposa como para que la niña no sintiera tanto el cambio. Debía ir, pero para eso hacía falta un empleado que le aliviara el trabajo a Antonio y eso implicaba más gastos y no iba a resultar sencillo convencerlo. Fue así que tuve la idea de emplear a la "Negrita" como le decían todos. No porque abaratara los costos si no porque intuía que Antonio pagaría con más gusto. Sabía que si proponía como empleado a cualquiera habrían muchos "peros", en cambio ella era mi carta de triunfo. Y así fue. Todos celebraron alborozados la nueva incorporación y el mismo día en que yo partía a Gesell, la Negrita comenzaba a trabajar en el taller. Jamás había cruzado una palabra con ella pero ya me caía simpática. El sorprender en la playa a Lu y verla soltar sus juguetes para venir corriendo a mi encuentro, valía mi simpatía.
Volví a los diez días. Estaba contento y todo el viaje disfruté recordando los momentos vividos con Lu. Recién al entrar a la ciudad me puse a pensar en el taller y en que cosa habría pasado con la nueva empleada. Al llegar, lo primero que me enteré fue de que solo tenía diecisiete años y no lo podía creer. - Me hiciste emplear a una nena - Me dijo Antonio enojado. Y yo no sabía que decir. Abrí los brazos en señal de no entender y en ese momento entró la Negrita . Nos cruzamos un "hola" y se retiró enseguida después de preguntar algo acerca del trabajo. Observé como Antonio seguía con la mirada su andar cadencioso y pensé que también él la insultaría por lo bajo, pero solo movió la cabeza varias veces... Mi amigo luchaba por no sentirse un viejo verde aun cuando solo tenía treinta cuatro años. La chica era muy atractiva, perturbadora, me dije, y no pude evitar cierto pudor por mis pensamientos
Como me ocupaba de las ventas solo nos encontrábamos durante los almuerzos o cuando se quedaba hasta tarde. Y le tomé cariño de tratarla a diario. Se interesaba por saber de mi hija a la que alguna vez llevé al taller e incluso le compró una muñeca . Dejé de verla sexi y creo que ella notó esto. Conmigo era extrovertida y ponía al descubierto un desenfado y candidez propios de su edad. Tejimos así una amistad, extraña (dados los quince años de diferencia) pero verdadera. Necesitaba esa dosis de alegría y afecto y, quizá por mi situación personal, había mucho de instinto paternal en mis sentimientos.
Al principio los demás sospechaban de aquella amistad, pero después se fueron acostumbrando. Los jóvenes del taller veían en mi una manera de acceder a la Negrita y eso me tenía un poco saturado. A Pablito lo conocía desde niño. Había comenzado a trabajar con nosotros cuando tenía quince años y lo sabía buena persona.. Trabajaba, estudiaba, y tenía inquietudes políticas. Me simpatizaba... Y preparé horas extras para ambos en la máquina de soldar vinílicos. Eso los mantendría a solas y a medio metro de distacia durante horas. - Es lo más que puedo hacer Pablo - Le dije. Y Pablo me abrazaba y daba saltos de felicidad.
Ese día regresé tarde y cansado. Los únicos que habían quedado en la fábrica eran ellos dos soldando. Ni bien la vi me di cuenta que todo estaba mal. No hubo saludo y se mostraba distante y enojada. Lo miré a Pablo buscando una respuesta pero este se encogió de hombros. Me molestaba verla así y no sabía bien que hacer...Como vivía lejos (Burzaco) me ofrecí a llevarla con Pablo para no volver solo. Y durante todo el trayecto mis esfuerzos para que sonriera fueron vanos. Al llegar insistió para que conociéramos a sus padres y bajamos. Nos llamó la atención que él fuera de raza negra y su madre rubia, después supimos, descendiente de irlandeses. Era una casa sencilla y acogedora y ellos muy amables. Enseguida nos sirvieron café y mientras charlaban animadamente con Pablo sobre orígenes y ancestros, la Negrita me tomó de la mano diciendo que la acompañara que iba a darme algo para Lu.
Quedé sorprendido al ver que su habitación no difería mucho de la de mi hija. Me detuve en el marco de la puerta y tuvo que tironear suavemente para que ingresara. Las mismas muñecas, los mismos juguetes... Solo algún póster, un equipo de música y una pequeña biblioteca hacían la diferencia. - Parece la habitación de Luciana - Murmuré. Ella entornó la puerta y giró para ponerme el puño a la altura del pecho con el índice en alto. - Que sea la última vez que inventás horas extras para dejarme a solas con Pablo - Me dijo a punto de llorar. Sus labios temblaban de ira y sentí deseos incontenibles, pero venía de estropear otras vidas y solo atiné a abrazarla... Estaba lleno de miedos e incertidumbre.
flipi.
Me había separado y aquel verano era el primero que no vacacionaría con mi hija Luciana. El psicólogo aconsejó que al menos pasara unos días con ella y mi ex esposa como para que la niña no sintiera tanto el cambio. Debía ir, pero para eso hacía falta un empleado que le aliviara el trabajo a Antonio y eso implicaba más gastos y no iba a resultar sencillo convencerlo. Fue así que tuve la idea de emplear a la "Negrita" como le decían todos. No porque abaratara los costos si no porque intuía que Antonio pagaría con más gusto. Sabía que si proponía como empleado a cualquiera habrían muchos "peros", en cambio ella era mi carta de triunfo. Y así fue. Todos celebraron alborozados la nueva incorporación y el mismo día en que yo partía a Gesell, la Negrita comenzaba a trabajar en el taller. Jamás había cruzado una palabra con ella pero ya me caía simpática. El sorprender en la playa a Lu y verla soltar sus juguetes para venir corriendo a mi encuentro, valía mi simpatía.
Volví a los diez días. Estaba contento y todo el viaje disfruté recordando los momentos vividos con Lu. Recién al entrar a la ciudad me puse a pensar en el taller y en que cosa habría pasado con la nueva empleada. Al llegar, lo primero que me enteré fue de que solo tenía diecisiete años y no lo podía creer. - Me hiciste emplear a una nena - Me dijo Antonio enojado. Y yo no sabía que decir. Abrí los brazos en señal de no entender y en ese momento entró la Negrita . Nos cruzamos un "hola" y se retiró enseguida después de preguntar algo acerca del trabajo. Observé como Antonio seguía con la mirada su andar cadencioso y pensé que también él la insultaría por lo bajo, pero solo movió la cabeza varias veces... Mi amigo luchaba por no sentirse un viejo verde aun cuando solo tenía treinta cuatro años. La chica era muy atractiva, perturbadora, me dije, y no pude evitar cierto pudor por mis pensamientos
Como me ocupaba de las ventas solo nos encontrábamos durante los almuerzos o cuando se quedaba hasta tarde. Y le tomé cariño de tratarla a diario. Se interesaba por saber de mi hija a la que alguna vez llevé al taller e incluso le compró una muñeca . Dejé de verla sexi y creo que ella notó esto. Conmigo era extrovertida y ponía al descubierto un desenfado y candidez propios de su edad. Tejimos así una amistad, extraña (dados los quince años de diferencia) pero verdadera. Necesitaba esa dosis de alegría y afecto y, quizá por mi situación personal, había mucho de instinto paternal en mis sentimientos.
Al principio los demás sospechaban de aquella amistad, pero después se fueron acostumbrando. Los jóvenes del taller veían en mi una manera de acceder a la Negrita y eso me tenía un poco saturado. A Pablito lo conocía desde niño. Había comenzado a trabajar con nosotros cuando tenía quince años y lo sabía buena persona.. Trabajaba, estudiaba, y tenía inquietudes políticas. Me simpatizaba... Y preparé horas extras para ambos en la máquina de soldar vinílicos. Eso los mantendría a solas y a medio metro de distacia durante horas. - Es lo más que puedo hacer Pablo - Le dije. Y Pablo me abrazaba y daba saltos de felicidad.
Ese día regresé tarde y cansado. Los únicos que habían quedado en la fábrica eran ellos dos soldando. Ni bien la vi me di cuenta que todo estaba mal. No hubo saludo y se mostraba distante y enojada. Lo miré a Pablo buscando una respuesta pero este se encogió de hombros. Me molestaba verla así y no sabía bien que hacer...Como vivía lejos (Burzaco) me ofrecí a llevarla con Pablo para no volver solo. Y durante todo el trayecto mis esfuerzos para que sonriera fueron vanos. Al llegar insistió para que conociéramos a sus padres y bajamos. Nos llamó la atención que él fuera de raza negra y su madre rubia, después supimos, descendiente de irlandeses. Era una casa sencilla y acogedora y ellos muy amables. Enseguida nos sirvieron café y mientras charlaban animadamente con Pablo sobre orígenes y ancestros, la Negrita me tomó de la mano diciendo que la acompañara que iba a darme algo para Lu.
Quedé sorprendido al ver que su habitación no difería mucho de la de mi hija. Me detuve en el marco de la puerta y tuvo que tironear suavemente para que ingresara. Las mismas muñecas, los mismos juguetes... Solo algún póster, un equipo de música y una pequeña biblioteca hacían la diferencia. - Parece la habitación de Luciana - Murmuré. Ella entornó la puerta y giró para ponerme el puño a la altura del pecho con el índice en alto. - Que sea la última vez que inventás horas extras para dejarme a solas con Pablo - Me dijo a punto de llorar. Sus labios temblaban de ira y sentí deseos incontenibles, pero venía de estropear otras vidas y solo atiné a abrazarla... Estaba lleno de miedos e incertidumbre.
flipi.
Impresionante este relato.... impresionante el final.
ResponderEliminarFelicitaciones flipi... no se que mas decir.....
Daniela.
asi fue el incidente ,
ResponderEliminarpero te quedo una enseñanza (moraleja ), diferente a la que yo exprese .
te atreves ,a contarla ?
De lo mejor quen he leido. Es admirable poder mantener en vilo al lector sin necesidad de una trama muy compleja. Son las palabras... sAludos Flipi!
ResponderEliminarFlipi, es hermosísimo lo que escribiste.
ResponderEliminarMe hace bien leerte. Gracias por eso.
Un beso. Ale
Flipi, es un relato excelente.El juego de espejos entre tu hija y La Negrita, el impulso protector que a veces fracasa...esta historia exhala amor, besos
ResponderEliminarvolví por tu post Flipi... me quedé pensando anoche... en los labios que temblaban de la negrita.. sobre el final. Me imaginé esa mezcla de bronca y deseo... Maravillosa tentación.
ResponderEliminarla cosa es que pensé... como es que tus relatos... siendo muchos sobre la vida, el amor... tienen una estructura casi de relato de suspenso...
Es que me gusta tu estilo y no se encuentra en cualquier escritor, por eso me quedo pensando. jaja.
besos.
buen dia..!
Dani.
Querida Dani: No soy un escritor. Todavía no escribí nada que no sea real y comencé con mis propias experiencias. Supongo que hasta incoscientemente trato de mantener algo de suspenso. Pero si te ponés a pensar, todas las historias dignas de contarse tienen un desarrollo que te permiten esa estructura.
ResponderEliminarTu pregunta despertó mi interés y estuve observando el relato desde ese punto de vista. Es cierto, hasta las separaciónes tienen o están hechas en partes relacionadas con el suspenso. Pero no es una técnica, solo una manera de escribir. Hasta las cosas más sencillas, que relatamos verbalmente, buscamos de darle una esructura que mantenga el interés... Hay también algo muy importante; las cosas se dieron así. Ese es el orden cronológico en que se dió todo. Es algo que respeto en todos mis relatos (tampoco se si podría hacerse de otra manera) Quiero decir que en alguna medida el suspenso es intrínseco de la historia.
Fijate que si uno quisiera contar esta historia breve y verbalmante, como una anécdota corta; diría que (al solo efecto de pasarla bien) "entregué" a una chica a las espectativas lujuriosas de mi socio y todos los que allí trabajaban, de la finalmente me enamoré... Este detalle, que es una síntesis brutal, casi pasa desapercibido en el contexto del relato.
Te dejo un beso Dani. Y muchas gracias por comentarme.
Cachu, no se bien a que te referís, pero sospecho que tenés la mente más podrida que yo... De cualquier forma, si te sirve, la Negrita no es otra que Mónica, la madre de seis de mis hijos y con quien viví hasta hace dos años.
ResponderEliminarAbrazo.
Kantauri, gracias de corazón. Tu comentario me es muy importante.
Abrazo
Ale, me alegro de que lo hayas disfrutado. Por otro lado sabés que lo que decís me sirve de aliento. Gracias y beso.
Dju, el juego de espejos al que te referís era lo que finalmente más me atormentaba... Según un amigo mio, Cristo (José Dios)lo que me llevó a enamorarme fue ese impulso protector. Lo que creo que falló fue el trasladar o suplir la ausencia de mi hija en la presencia de la Negrita.
Un beso Dju. Gracias.
Estoy anonadada ,si que tenés un don ,¿no sos escritor ,decís ?
ResponderEliminarsi recopilaras todos tus escritos ,incluso ,ese por el que André me desangeló por comentarlo positivamente, ,harías un best seller nacional ,a que sí.
¡ Quiero la segunda parte ,hasta llegar a tus muchos hijos !
kuma
YO SOY TODOS LOS MARIDOS DEL MUNDO.EN SU FAZ MAS PLENA
ResponderEliminarCREO HASTA HABER ESTADO PRESENTE EN ESE BESO. Y ESE ABRAZO
Y TU DESCUBRIMIENTO DE QUE ELLA TE PERTENECIA
NO FUE UNA IMAGEN DE ELECTRA ,
FUE TU SACERDOTIZA EROS , Y VOS THANATA , ASUMISTE LA PROTECCION .
TAMPOCO ES QUE LA ENTREGASTE A LA JAURIA , LE DABAS SU LIBERTAD DE EXPRESION .ELLA DEBIA PASAR POR LOS ACOSOS NATURALES , PARA REBELARSE Y MOSTRARSE HEMBRA
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAcabo de leer esta historia, Flipi.
ResponderEliminarEs increíble lo bien que la relataste, por momentos hasta me parecía estar viendo imágenes de las escenas. Y qué empático fuiste con ella... Parecías estar dentro de su corazón, al describir sus actitudes.
Te felicito, excelente relato!
Jaja, creo que con el tiempo voy a pasar el límite de mis muchos hijos...Escribiendo, claro. Gracias por tus palabras Kuma. Me hacen mucho bien.
ResponderEliminarUn gran beso.
Cachu, en mi barrio el único sacerdote era Pana y porque tenía el bastón de mando.
Bromas de lado, tu interpretación me es alentadora. Como que me alivia de culpas. Necesitaría muchas lecturas así acerca de mi vida para sentirme un santo varón.
Abrazo.
No leí el comentario suprimido, pero seguramente lo han hecho por inapropiado. Agradezco al o los administradores que lo hicieron.
Hola Andrea. Una de las cosas más lindas que pueden decirme es que es como estar viendo imágines del relato. La empatía, creo, surge por estar involucrado.
Un gusto que me hayas comentado, Andrea. Gracias y un beso.