Miercoles 11 de Junio 2025
Ultimos Posts
    jueves, 5 de febrero de 2009

    Andrea Landella La Dama de Shallott



    POEMA DE LA DAMA DE SHALOTT

    I parte

    A ambos lados del río se despliegan
    anchos campos de cebada y centeno,
    que decoran la tierra y se reúnen con el cielo;
    y a través del campo se extiende el camino
    que va hacia las torres de Camelot;
    y la gente va y viene,
    contemplando el lugar donde se balancean los lirios
    alrededor de la isla de allí abajo,
    la isla de Shallot.


    Los sauces palidecen, tiemblan los álamos,
    Las leves brisas se ensombrecen y tiemblan
    en las olas que discurren sin cesar
    por el río que rodea la isla
    fluyendo hacia Camelot.
    Cuatro muros grises y cuatro torres grises,
    dominan un lugar rebosante de flores,
    y la silenciosa isla aprisiona
    a la Dama de Shallot.

    Por la orilla, cubiertas por los sauces,
    se deslizan las pesadas barcazas
    tiradas por lentos caballos; e ignorada
    navega la chalupa con revoltosa vela de seda
    rasurando las aguas hacia Camelot:
    pero, ¿Quién la ha visto agitando su mano?
    ¿O asomada en el marco de la ventana?
    ¿Acaso es conocida en todo el reino
    la Dama de Shallot?

    Sólo los segadores, segando temprano
    entre la espesura de cebada,
    escuchan un canto que resuena vivamente
    desde el río transparente que serpea,
    hacia las torres de Camelot:
    Y a la luz de la luna, el cansado segador,
    apilando los fajos en aireadas mesetas,
    al escucharla, murmura: “Es el hada
    Dama de Shallot”.

    II parte

    Allí, noche y día, teje
    un mágico lienzo de alegres colores.
    Ha oído un susurro advirtiéndole
    que una maldición caerá sobre ella
    si mira hacia Camelot.
    Desconoce el tipo de que maldición es,
    y debido a ello teje sin parar,
    sin preocuparse de nada más,
    la Dama de Shallot.
    Y moviéndose a través de un cristalino espejo
    colgado todo el año ante ella,
    aparecen las tinieblas del mundo.
    Ve la cercana calzada
    discurriendo hacia Camelot:
    ve los arremolinados torbellinos del río,
    los rudos patanes pueblerinos,
    y las capas rojas de las muchachas,
    provinientes de Shallot.

    A veces, un grupo de alegres damiselas,
    un abad deambulando,
    a veces, un pastorcillo con bucles en el pelo ,
    o un paje con melena y vestido carmesí,
    van hacia las torres de Camelot;
    Y a veces, a través del azul espejo
    los caballeros vienen cabalgando en pares:
    No tiene un caballero leal y franco,
    la Dama de Shallot.
    Pero aún gozando en tejer
    en su lienzo las visiones del mágico espejo,
    -cuando a menudo en las noches silenciosas
    un funeral, con velas, penachos
    y música, se dirigía hacia Camelot;
    o cuando la luna estaba en lo alto,
    y llegaban dos amantes recién casados-
    “Cansada estoy de las sombras”,
    dijo la Dama de Shallot.

    III parte

    A tiro de arco de su alero,
    cabalgaba entre los fajos de cebada,
    el sol resplandecía por entre las hojas,
    y llameó en las grebas de bronce
    del intrépido Lanzarote.
    Un cruzado de rodillas para siempre
    ante una dama en su escudo,
    que resplandecía entre los dorados campos, cercanos a la remota
    Shallot.

    Las engarzadas bridas brillaban libres,
    como las ramificaciones estelares que vemos
    suspendidas en la áurea Galaxia.
    Alegres resonaban los cascabeles
    mientras él cabalgaba hacia Camelot:
    y de su ostentoso tahalí colgaba
    un poderoso clarín de plata,
    y al galope su armadura repicaba,
    cerca de la remota Shallot.
    Bajo el azul del despejado día
    brillaba la lujosa montura de cuero,
    el yelmo junto con su pluma
    ardían juntos en una única llama,
    mientras él cabalgaba hacia Camelot.
    Como suele suceder en la purpúrea noche,
    bajo radiantes constelaciones,
    algunos meteoros, trayendo una estela de luz gravitan sobre la
    apacible Shallot.
    Su frente clara y amplia resplandecía al sol;
    con cascos bruñidos pisaba su caballo;
    bajo el yelmo flotaban sus rizos
    negros como el carbón mientras cabalgaba,
    mientras cabalgaba hacia Camelot.
    Desde la orilla y el río
    Brilló en el cristalino espejo,
    “Tirra lirra”, por el río
    cantaba Sir Lancelot.

    Ella dejó el lienzo, dejó el telar,
    dio tres pasos por la habitación,
    vio florecer el lirio en el agua,
    vio la pluma y el yelmo,
    y miró hacia Camelot.
    La tela salió volando y ondeó en el vacío;
    El espejo se quebró de lado a lado;
    “la maldición cae sobre mí”, gritó
    la Dama de Shallot.

    IV parte

    Tensos, bajo el tormentoso viento del este,
    los dorados bosques empalidecían,
    la corriente gemía en la ribera,
    el cielo encapotado llovía fuertemente
    sobre las torres de Camelot;
    Ella descendió y halló una barca
    flotando junto al tronco de un sauce,
    y alrededor de la proa escribió
    “La Dama de Shallot”.

    Y en la oscura extensión río abajo
    -como un audaz vidente en trance,
    contemplando su infortunio-
    con turbado semblante
    miró hacia Camelot.
    Y al final del día
    la amarra soltó, dejándose llevar;
    la corriente lejos arrastró
    a la Dama de Shallot.

    Yaciendo, vestida con níveas telas
    ondeando sueltas a los lados
    -cayendo sobre ella las ligeras hojas-
    a través de los susurros nocturnos
    navegó río abajo hacia Camelot:
    Y yendo su proa a la deriva
    entre campos y colinas de sauces,
    oyeron cantar su última canción,
    a la Dama de Shallot.
    Escucharon una tuna, lastimera, implorante,
    tanto en voz alta voz como en voz baja,
    hasta que su sangre se fue helando lentamente,
    y sus ojos se oscurecieron por completo,
    vueltos hacia las torres de Camelot;
    Y es que antes de que fuera llevada por la corriente
    hacia la primera casa junto a la orilla,
    murió cantando su canción,
    la Dama de Shallot.
    Bajo torres y balcones,
    por muros de jardín y tribunas,
    con brillante esbeltez pasó flotando,
    entre las casas, pálida como la muerte
    y silenciosa por Camelot.
    A los muelles acudieron,
    caballeros y burgueses, damas y lores,
    y en torno a la proa su nombre leyeron,
    La Dama de Shallot.
    ¿Quién es? ¿Y qué hace aquí?
    Y junto al iluminado palacio,
    cesaron los sones de vitoreo real;
    y temerosos se persignaron
    todos los caballeros de Camelot:
    Pero Lancelot se quedó pensativo;
    dijo, “Tiene un rostro hermoso;
    Dios, en su bondad, la llenó de gracia,
    a la Dama de Shallot".


    Alfred Lord Thenisson
    • Comentar con Google
    • Comentar con Facebook

    3 comentarios:

    1. Andre, es tan bello que duele, gracias

      ResponderEliminar
    2. Lyric.... que historia.... se me hicieron las imagenes .. como una pelicula... Me llevo a otro sitio...
      Besos..
      Dan.

      ResponderEliminar
    3. Djuna: es un hermoso poema, y la música que le puso Lorenna Mackennit es para soñar...
      Dani: eso tienen las leyendas de Avalon, Camelot y la edad Media...
      Me alegra que les gustara.
      Besos.

      ResponderEliminar

    "Solo tengo dos certezas: la de la ansiedad de lo absoluto que hay en mi y la imposibilidad de volver el caos del mundo a un orden racional" Albert Camus

    Item Reviewed: La Dama de Shallott Rating: 5 Reviewed By: Andrea Landella